1
El Padre no se conoció,
Hasta que vino͜ en Ti, Señor;
Nuestra͜ ignorancia ya cesó,
El Padre͜ en Ti se reveló.
Hasta que vino͜ en Ti, Señor;
Nuestra͜ ignorancia ya cesó,
El Padre͜ en Ti se reveló.
2
Mas cuando anduviste͜ aquí,
Pocos te conocieron bien;
Aún un velo te͜ encubrió,
No te pudieron entender.
Pocos te conocieron bien;
Aún un velo te͜ encubrió,
No te pudieron entender.
3
Tal como͜ el Padre vino͜ sen Ti,
Viniste como͜ Espíritu;
El Padre͜ así se conoció,
Y Tú por el Espíritu.
Viniste como͜ Espíritu;
El Padre͜ así se conoció,
Y Tú por el Espíritu.
4
Hoy en la carne ya no͜ estás;
Con toda su limitación,
Mas como el Espíritu
Te͜ impartes libre͜ al corazón.
Con toda su limitación,
Mas como el Espíritu
Te͜ impartes libre͜ al corazón.
5
Padre͜ una vez se te llamó,
Ahora͜ el Santo͜ Espíritu;
Y como tal en nuestro ser,
Nos llenas con Tu plenitud.
Ahora͜ el Santo͜ Espíritu;
Y como tal en nuestro ser,
Nos llenas con Tu plenitud.
6
Como͜ el Espíritu, Señor,
Tu vida das a conocer,
Tu gloria͜ y Tu integridad,
Y Tu maravilloso ser.
Tu vida das a conocer,
Tu gloria͜ y Tu integridad,
Y Tu maravilloso ser.
7
Te alabamos sin cesar,
Con rebosante corazón,
Pues Tú nos eres tan real,
El más hermoso͜ eres, Señor.
Con rebosante corazón,
Pues Tú nos eres tan real,
El más hermoso͜ eres, Señor.
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EL HIJO
Dios es misterioso. Él es enteramente un misterio. Pero este misterio ha sido revelado por el hablar de Dios. Sin el hablar divino, jamás podríamos llegar a conocer a Dios. Pero nuestro Dios ha dejado de ser un misterio. Él ya no es un misterio, sino un “relato”. El relato de Dios depende absolutamente de Su hablar. Dios tiene una historia, y Su historia es un relato. Nosotros podemos contar el relato de Dios. El relato de Dios es un hablar continuo; es una historia que no cesa de hablarnos.
Primeramente, Dios habló por medio de algunos que fueron escogidos y movidos por Él. Él habló de diversas maneras por medio de Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé y Abraham. Después de Abraham, Dios habló por medio de Moisés y de muchas otras personas elegidas por Él, como lo fueron los sacerdotes, los reyes y los profetas. Todos aquellos que hablaron por Dios, así fueran reyes O profetas, fueron motivados por el Espíritu Santo. Por consiguiente, la historia de Dios es una historia que gira en torno a Su hablar.
Dios habló por medio de las más diversas clases de personas. Él habló por medio de nobles como de plebeyos, de cultos como de incultos, de reyes como de pastores; con todo, este hablar no fue suficiente. No importa cuánto ellos fueron utilizados por Dios para hablar por Él, su hablar no era lo suficientemente adecuado. Así que Dios tuvo que hablar por Sí mismo. Para ello, Él vino en la persona del Hijo. Hebreos 1:2 dice que Dios nos ha hablado en el Hijo. Conforme al texto original griego, la palabra “profetas” en 1:1 está precedida por el artículo definido “los”; sin embargo, el sustantivo “Hijo” en 1:2 no está precedido por ningún artículo. En la mayoría de las versiones de la Biblia este artículo fue agregado debido a las limitaciones del idioma, ya que en español no sería muy correcto decir: “Dios nos ha hablado en Hijo”. Algunas de las mejores versiones dicen: “Dios nos ha hablado en la persona del Hijo”. Esto quiere decir que Dios mismo habla en la persona del Hijo. En tiempos pasados, Él habló por medio de los profetas, pero ahora Él nos habla en el Hijo. Es imperativo que veamos que el Hijo es diferente de todos los profetas. Todos los profetas eran hombres que Dios usó para que hablaran por Él, pero el Hijo es Dios mismo hablándonos. El versículo 2 dice que Dios nos ha hablado en el Hijo, y el versículo 8 nos dice que el Hijo es Dios. Esto indica que Dios nos habla por medio de Su propia persona. En el versículo 2 pareciera que Dios y el Hijo son dos, porque dice que Dios habló en el Hijo. Pero en el versículo 8 es evidente que el Hijo y Dios son uno, porque refiriéndose al Hijo dice: “Oh Dios”. Por tanto, decir que Dios ha hablado en el Hijo equivale a decir que Él ha hablado en Sí mismo.
En los cuatro Evangelios vemos que el Hijo vino. Él vino a hablar Dios, no sólo por medio de palabras, sino también por medio de lo que Él era y todo lo que Él hizo. Su misma persona es la Palabra de Dios y el hablar de Dios. En algunas ocasiones Él habló con palabras y en otras con acciones. Todo lo que Él era y todo lo que Él hacía, expresaba a Dios. “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” (Jn. 1:18).
El Hijo es el Verbo, el hablar, la expresión y la definición de Dios. Y cuando el Hijo habla, Su palabra es el Espíritu (Jn. 6:63). Finalmente, Él es el Espíritu que habla a las iglesias. Al comienzo de cada una de las siete epístolas de Apocalipsis 2 y 3, es el Hijo quien habla, pero al final de cada una de estas epístolas, vemos que es el Espíritu el que habla a las iglesias. Dios habla en el Hijo, y cuando el Hijo habla a las iglesias, Él es el Espíritu que habla. Por medio de Su hablar, las iglesias llegarán a ser uno con Él. Así, vemos que al final de Apocalipsis, el Espíritu y la iglesia hablan como una sola persona (Ap. 22:17). En resumen, Dios habla en el Hijo, el Hijo viene a ser el Espíritu que habla, y el Espíritu que habla llega a ser uno con la iglesia que habla por Dios. Ésta es la historia hablante de nuestro Dios, una historia que es un relato “que habla”.
Esta historia hablante se halla registrada en la Biblia. Toda la Biblia es una historia de Dios. Como hemos visto, esta historia es una historia hablada. Cuando Dios creó todas las cosas, Él lo hizo todo por medio de Su hablar. Luego, cuando Él se relacionó con la humanidad en los tiempos del Antiguo Testamento, lo hizo hablando por medio de los profetas. Más adelante, cuando Él vino a la humanidad en los tiempos del Nuevo Testamento, Él habló en el Hijo, en la persona del Hijo, quien era Su Palabra. ¿Cómo viene Él a las iglesias hoy? Viene como el Espíritu que habla. Y al hablar como el Espíritu, Él se hace uno con las iglesias hasta que, finalmente, esta historia “que habla” no sólo lo incluirá a Él mismo, sino también a todas las iglesias. Reunión tras reunión, la vida de iglesia es un relato “que habla” . Nosotros mismos somos un pueblo que habla. Por medio de este hablar Dios se transfunde en Su pueblo. Es mediante este hablar que el elemento divino se infunde en muchos seres humanos hasta saturarlos. Ésta es la vida de iglesia. Éste es el hablar de Dios.
Hebreos es un libro que se ocupa del hablar de Dios. La esencia de la Epístola a los Hebreos es Dios hablando en el Hijo. Dios habla en el Hijo, el Hijo como el Espíritu habla a las iglesias, y finalmente el Espíritu habla juntamente con la iglesia. Es completamente por medio de esta historia hablante que Dios se introduce en el hombre y el hombre es introducido en Dios. Finalmente, Dios y el hombre, y el hombre y Dios, llegan a ser uno. En esto consiste la maravillosa vida de iglesia.
Estudio-vida de Hebreos
Mensaje 3 (LSM)
3. Da a conocer a Dios
Otro aspecto de la obra realizada por Cristo en Su vivir humano consistió en dar a conocer a Dios. “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” (Jn. 1:18). En Su vivir humano Cristo dio a conocer a Dios. Según Juan 1:1-18, Cristo dio a conocer a Dios mediante la Palabra (vs. 1, 14), la vida (v. 4), la luz (vs. 4-5), la gracia (vs. 14, 16, 17) y la realidad (vs. 14, 17). La Palabra es Dios expresado; la vida es Dios impartido; la luz es Dios que resplandece; la gracia es Dios disfrutado; y la realidad es Dios hecho real. Dios se da a conocer en el Hijo por medio de estas cinco cosas. Si bien nadie vio jamás a Dios, Cristo en Su vivir humano le ha dado a conocer al ser la Palabra, la vida, la luz, la gracia y la realidad. Cuanto más recibamos la Palabra, poseamos la vida divina y permitamos que la luz de la vida resplandezca en nosotros, y cuanto más disfrutemos de Dios como gracia y le aprehendamos como realidad, entonces más Él será dado a conocer a nosotros. En Su vivir humano Cristo llevó a cabo la obra de dar a conocer a Dios de este modo. Durante los treinta años de Su vivir y laborar en calidad de carpintero, Cristo dio a conocer a Dios. Mientras Él vivía para desarrollar el porte exterior propio de un hombre, Él dio a conocer a Dios a Su madre, a Sus hermanos y a Sus hermanas. Ellos tienen que haber comprendido que había algo excelente y extraordinario en Él, algo que era más elevado que la expresión de la humanidad solamente. Lo que ellos vieron en el vivir humano del Señor Jesús daba a conocer a Dios en Él. Su vivir humano dio a conocer a Dios.
La Conclusión del Nuevo Testamento
Mensage 64 (LSM)