Qué admirable gracia fue

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1
¡Qué admirable gracia fue!
La que͜ hasta mí llegó;
Yo ciego fui mas veo hoy,
Perdido, me encontró.
2
La gracia me͜ enseñó͜ a temer,
Su gracia me͜ alivió;
¡Preciosa fue tal gracia͜ a mí
La hora͜ en que creí!
3
Promesas buenas mi Señor
En Su Palabra dio;
Mi͜ escudo es y mi porción
Mientras que viva yo.
4
Y cuando por mil años más
Brillemos como͜ el sol,
Con alabanzas se͜ honrará
Su gracia eternal.
3
Un Hermano

CUANDO LA GRACIA DE DIOS SE MANIFIESTA MÁS

La gracia de Dios nunca cambia hacia nosotros. Sin embargo, nuestra percepción de la gracia de Dios cambia con el tiempo. De hecho, nunca cesa. Sin embargo, la experiencia de disfrutarla cambia. La primera condición para disfrutarla es nuestra necesidad. Cuanto más la sentimos, más la valoramos. Quienes no sienten necesidad no consideran la provisión de Dios como gracia. Un error de los santos es pensar que solo se necesita la gracia de Dios cuando se es pecador. Es cierto que somos salvos por la gracia de Dios. Pero necesitamos la gracia de Dios toda la vida, y no hay momento en que no la necesitemos. Quienes comienzan con la gracia de Dios deben perfeccionarse mediante ella. Es cierto que Dios ha perdonado nuestros pecados y ha hecho que el juicio de nuestros pecados caiga sobre el Señor Jesús. Todo el que cree en él es salvo. Esta gracia es, sin duda, la mayor. Pero nuestro corazón es el más perverso. A medida que avanzamos en nuestro camino cristiano, el Señor puede concedernos más gracia para alcanzar más victorias, y espontáneamente nos atribuimos estas glorias y nos consideramos bastante buenos. Aunque el Señor sigue siendo el mismo hacia nosotros, ya no lo sentimos ni sentimos tanta necesidad de Él como antes. Debido al engaño de nuestro corazón, muchas veces Dios permite que caigamos en tentaciones O incluso que seamos zarandeados por el diablo. Cuando fallamos, nos condenamos, nos culpamos y odiamos nuestros propios pecados, pensando que somos el pecado encarnado y que no sería demasiado para el Señor condenarnos de nuevo a la perdición. En esos momentos, Dios nos muestra su gracia. Aunque estemos sumidos en pecados, su gracia nos basta, y está dispuesto a perdonar nuestros pecados. Aunque hayamos fallado, él no nos abandonará.

¡Cómo se llenan nuestros corazones de gratitud! ¡Cómo nos maravillamos ante la asombrosa gracia del Señor! Aunque somos pecadores sin remedio, él sigue dispuesto a concedernos gracia y misericordia, y aún cuida de nosotros. Esto nos hace aún más agradecidos por la asombrosa gracia de Dios y nos hace comprender que la necesitamos constantemente. Si Dios no nos hubiera estado otorgando gracia continuamente, habríamos perecido hace mucho tiempo, como lo han hecho los mundanos. Quienes reconocen sus propios pecados conocen la inestimable gracia de Dios.

La gracia siempre humilla a la persona. Si una persona no es pecadora, no la necesita. Confesar que uno es pecador es ser humilde. Cuando el Espíritu Santo nos convence de nuestros pecados, es fácil humillarnos en ese momento. ¡Pero qué difícil es juzgarnos a diario y considerar que no hay nada bueno en nuestra carne! No es fácil para una persona considerarse continuamente incapaz e incapaz de hacer el bien. Nuestro corazón siempre quiere glorificarse, pensando que podemos y haremos el bien, olvidando la gracia de Dios y considerando que no la necesitamos. Solo cuando nos hayamos humillado, confesaremos que nuestra vida en Adán es simplemente corrupta y contaminada. Solo entonces buscaremos la gracia de Dios. Sentimos la dulzura de la gracia de Dios durante nuestros fracasos. Pero de la misma manera, deberíamos sentir su dulzura todo el tiempo. Sentimos la necesidad de tener la gracia de Dios cuando pecamos. De la misma manera, deberíamos sentir la necesidad de esa gracia todo el tiempo. Qué lástima que solo reconozcamos la inmundicia de la vida adámica cuando esta vieja vida se activa, pero tengamos una evaluación diferente de ella y no estemos dispuestos a humillarnos en otros momentos cuando la vieja vida adámica se oculta. Que aprendamos a comprender que, en nuestra naturaleza y vida, nada está libre de la mancha del pecado. Si no tuviéramos la gracia de Dios, habríamos perecido hace mucho tiempo. ¡Aleluya! Con el Señor hay gracia.

El Cristiano:

Capítulo 5 Doce Cestas Llenas

CWWN , vol. 7(LSM)


Hna. Gabriela Menez López

Ciudad De México, Localidad Del Valle

¡Que admirable gracia fue! La que hasta mí llegó; Yo ciego fui más veo hoy, Juan 1:14 Y la Palabra se hizo carne, y fijo tabernáculo entre nosotros (y contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre), llena de gracia y de realidad. Hch 26:18 para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la autoridad de Satanás a Dios; para que reciban perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados por la fe que es en Mi. Y cuando por mil años más brillemos como el sol, con alabanzas se honrará Su gracia eternal. Oh Señor Jesús!! Rey de reyes y Señor de señores!! Aleluya!!


Hna. Gabriela Menez López

Ciudad De México, Localidad Del Valle, Mexico

La gracia me enseñó a temer, Su gracia me alivió; Preciosa fue tal gracia a mí. La hora en que creí. Oh Señor Jesús!! Bendita Tu gracia salvadora. Lc 1:30 No temas María porque has hallado Gracia delante de Dios. Bienaventurada la que creyó, nacerá el Hijo de Dios!! Mi alma Magnífica al Señor y se llena de gozo!! Por mi Señor Jesús!! Mi Salvador… El Espíritu Santo vendrá sobre Ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra!!! Aleluya!!!