1
Al mundo yo la͜ espalda di,
Con todos sus placeres;
Y puse ya mi corazón
En los tesoros santos;
No más su brillo͜ y resplandor,
Y vanidad me ciegan;
Yo ya crucé la división,
Dejé el mundo lejos.
Con todos sus placeres;
Y puse ya mi corazón
En los tesoros santos;
No más su brillo͜ y resplandor,
Y vanidad me ciegan;
Yo ya crucé la división,
Dejé el mundo lejos.
¡Lejos, muy lejos!
¡Lejos, muy lejos!
Yo ya crucé la división,
¡Dejé el mundo lejos!
¡Lejos, muy lejos!
Yo ya crucé la división,
¡Dejé el mundo lejos!
2
La vida vieja ya dejé,
Con todas sus locuras;
En Cristo mi lugar está,
Sus votos he tomado.
Bajo la norma de la cruz
Me hallará el mundo;
De muerte͜ vida ya pasé,
Dejé el mundo lejos.
Con todas sus locuras;
En Cristo mi lugar está,
Sus votos he tomado.
Bajo la norma de la cruz
Me hallará el mundo;
De muerte͜ vida ya pasé,
Dejé el mundo lejos.
¡Lejos, muy lejos!
¡Lejos, muy lejos!
De muerte͜ a vida ya pasé,
¡Dejé el mundo lejos!
¡Lejos, muy lejos!
De muerte͜ a vida ya pasé,
¡Dejé el mundo lejos!
3
Mi alma no regresará
A su͜ anterior estado.
Pues tengo͜ aquí perfecta paz,
Ya encontré descanso.
He hecho cambio de señor,
Sus votos hoy me atan;
De una vez ya lo dejé,
Dejé el mundo lejos.
A su͜ anterior estado.
Pues tengo͜ aquí perfecta paz,
Ya encontré descanso.
He hecho cambio de señor,
Sus votos hoy me atan;
De una vez ya lo dejé,
Dejé el mundo lejos.
¡Lejos, muy lejos!
¡Lejos, muy lejos!
De una vez ya lo dejé,
¡Dejé el mundo lejos!
¡Lejos, muy lejos!
De una vez ya lo dejé,
¡Dejé el mundo lejos!
4
Mi elección ya hecha͜ está,
No͜ hay otro Salvador.
No pido más felicidad,
Que Su favor y͜ amor.
Jesús mi meta͜ ahora es,
El mundo no me ciega,
Por el Mar Rojo ya crucé,
Dejé el mundo lejos.
No͜ hay otro Salvador.
No pido más felicidad,
Que Su favor y͜ amor.
Jesús mi meta͜ ahora es,
El mundo no me ciega,
Por el Mar Rojo ya crucé,
Dejé el mundo lejos.
¡Lejos, muy lejos!
¡Lejos, muy lejos!
Por el Mar Rojo ya crucé,
¡Dejé el mundo lejos!
¡Lejos, muy lejos!
Por el Mar Rojo ya crucé,
¡Dejé el mundo lejos!
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NO AMAR AL MUNDO
En el versículo 15 del capítulo 2, Juan nos encarga no amar el mundo, ni las cosas que están en el mundo. Nos dice que si amamos al mundo, el amor del Padre no está en nosotros. No amar al mundo es el punto de partida para vencer al maligno. Sin embargo, si amamos al mundo, esto dará lugar al maligno para que nos ocupe. Cada vez que abrimos nuestro ser al mundo, al sistema satánico que se opone a Dios, perdemos la batalla contra el maligno.
LAS COSAS QUE ESTÁN EN EL MUNDO
En el versículo 16 Juan habla de las cosas que están en el mundo, diciendo: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”. Los deseos de la carne son el intenso apetito del cuerpo; los deseos de los ojos son el intenso apetito del alma estimulado por los ojos; y la vanagloria de la vida es el orgullo, la jactancia, la confianza, la seguridad y la exhibición vanas de las cosas materiales de la vida presente. Éstos son los componentes del mundo.
DOS TRINIDADES
Según la Biblia, el mundo se opone al Padre (1 Jn. 2:15); el diablo se opone al Hijo (3:8); y la carne se opone al Espíritu (Gá. 5:17). Por un lado, tenemos la Trinidad Divina: el Padre, el Hijo y el Espíritu; por otro, tenemos una trinidad maligna: el mundo, Satanás y la carne. Si disfrutamos de la Trinidad Divina, no tendremos nada que ver con la trinidad maligna.
EL PADRE Y SU VOLUNTAD
En 1 Juan 2:17, Juan dice además: “Y el mundo pasa, y su concupiscencia; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. Así como el mundo se opone a Dios el Padre, del mismo modo las cosas que están en el mundo (v. 15), las cuales constituyen la concupiscencia del mundo, se oponen a la voluntad de Dios. Así que, en un sentido positivo, tenemos al Padre y Su voluntad, y, en un sentido negativo, tenemos el mundo y todas las cosas que están en el mundo. El mundo se opone al Padre, y las cosas que están en el mundo se oponen a la voluntad del Padre.
Según lo dicho por Juan en el versículo 17, el mundo pasa y su concupiscencia, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Hacer la voluntad de Dios es hacer Su voluntad de manera habitual y continua, y no sólo de vez en cuando. El mundo, su concupiscencia y los que aman al mundo pasan; pero Dios, Su voluntad y los que hacen Su voluntad permanecen para siempre.
Estudio-vida de 1 Juan
Capítulo 20 (LSM)