1
¡Oh, revélate, Señor!
Y mi carne se͜ expondrá;
Por Tu gracia obra͜ en mí,
Hasta mi͜ alma humillar.
¡Cuánto quiero yo vencer!
Mas en mi debilidad,
Yo no logro hacer el bien,
Ni tampoco venzo͜ el mal.
Y mi carne se͜ expondrá;
Por Tu gracia obra͜ en mí,
Hasta mi͜ alma humillar.
¡Cuánto quiero yo vencer!
Mas en mi debilidad,
Yo no logro hacer el bien,
Ni tampoco venzo͜ el mal.
2
Busco͜ a Dios en mi͜ interior,
Mas mi porte es atroz;
Aunque trato de cambiar,
Como͜ esclavo vivo yo.
La ley del pecado͜ en mí,
Me mantiene͜ en sujeción;
Aunque libre͜ anhelo ser
Mi͜ alma sigue͜ en opresión.
Mas mi porte es atroz;
Aunque trato de cambiar,
Como͜ esclavo vivo yo.
La ley del pecado͜ en mí,
Me mantiene͜ en sujeción;
Aunque libre͜ anhelo ser
Mi͜ alma sigue͜ en opresión.
3
Altibajos tengo yo,
Caigo͜ y me levanto bien;
Hago͜ una resolución,
Mas aún vuelvo͜ a caer.
En verdad pecado soy,
Por completo͜ y sin poder;
En mi carne hay maldad,
Nada bueno deja ver.
Caigo͜ y me levanto bien;
Hago͜ una resolución,
Mas aún vuelvo͜ a caer.
En verdad pecado soy,
Por completo͜ y sin poder;
En mi carne hay maldad,
Nada bueno deja ver.
4
Me conozco͜ en parte hoy,
Veo mi debilidad;
Mi vivir corrupto͜ está,
Rara mi mentalidad.
Es mi yo falso͜ y sutil,
Odio mi fuerza carnal;
Mi͜ esperanza Cristo es,
Sólo͜ en El puedo confiar.
Veo mi debilidad;
Mi vivir corrupto͜ está,
Rara mi mentalidad.
Es mi yo falso͜ y sutil,
Odio mi fuerza carnal;
Mi͜ esperanza Cristo es,
Sólo͜ en El puedo confiar.
5
Quiero͜ en Cristo hoy vivir
Manteniéndome͜ en la cruz,
Para poderlo͜ aplicar,
Por Su Santo͜ Espíritu.
Que Su muerte͜ opere͜ en mí
Más profundo cada vez,
Hasta destruir el yo,
Y Su vida dar a ver.
Manteniéndome͜ en la cruz,
Para poderlo͜ aplicar,
Por Su Santo͜ Espíritu.
Que Su muerte͜ opere͜ en mí
Más profundo cada vez,
Hasta destruir el yo,
Y Su vida dar a ver.
6
¡Oh, qué caso͜ amargo soy!
Miserable͜ y pecador.
¿Quién a mí me librará
Para͜ hacerme un vencedor?
Mi Jesús por mi sangró,
Cristo es mi santidad;
El ahora͜ es mi porción
Y mi vida eternal.
Miserable͜ y pecador.
¿Quién a mí me librará
Para͜ hacerme un vencedor?
Mi Jesús por mi sangró,
Cristo es mi santidad;
El ahora͜ es mi porción
Y mi vida eternal.
7
Ya santificado͜ estoy,
Pues sin ego me quedé;
Cuando͜ acuda͜ a mi Señor
Ya no me͜ avergonzaré.
¡Esta vida trascendió!
Por fe gracia recibí;
Hoy te͜ alabo, mi Señor,
Libre Tú me͜ hiciste͜ al fin.
Pues sin ego me quedé;
Cuando͜ acuda͜ a mi Señor
Ya no me͜ avergonzaré.
¡Esta vida trascendió!
Por fe gracia recibí;
Hoy te͜ alabo, mi Señor,
Libre Tú me͜ hiciste͜ al fin.
Delete Comment
Are you sure you want to delete this comment?
51. Aquel que fue revelado en el apóstol
En Gálatas 1:16 Cristo es presentado como Aquel que fue revelado en el apóstol. Cuando Saulo de Tarso —quien iba camino a Damasco para apresar a los que invocaban el nombre del Señor— se oponía a Cristo y perseguía a las iglesias, Cristo se apareció a él. Al encontrarse con Cristo allí, Saulo vio a Cristo, fue cautivado por la aparición de Cristo y llegó a ser Pablo el apóstol. Años después de su conversión, el apóstol declaró en Gálatas 1:15-16 que le agradó a Dios revelar a Su Hijo en él. Aquí Pablo no dijo que Cristo se le reveló a él, sino que le agradó al Padre revelar a Cristo en Pablo. Esta revelación no es meramente una visión externa, sino algo que vemos internamente. Pablo tuvo una visión interna de Cristo; internamente comenzó a ver a Cristo. Esta visión interna lo hizo un apóstol y lo hizo apto como tal, de modo que —en vez de meramente enseñar doctrinas y teología según cierta religión— él pudiera presentar a otros al mismo Cristo que había sido revelado en él.
a. El apóstol recibió el evangelio
por revelación de Jesucristo
En 1:11-12 Pablo dice: “Os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”. Estos versículos revelan que el evangelio de Pablo no fue enseñado por el hombre, que el hombre no fue la fuente de su evangelio y que él recibió una revelación maravillosa del evangelio procedente directamente del propio Señor.
Cristo, una persona viviente, es el enfoque del evangelio de Pablo. Por eso, todo el énfasis del libro de Gálatas está en Cristo como centro. Cristo fue crucificado para redimirnos de la maldición de la ley y rescatarnos de la presente y maligna corriente religiosa del mundo (3:1, 13; 1:4, 15-16). Cristo resucitó de los muertos para vivir en nosotros (v. 1; 2:20). Nosotros fuimos bautizados en Cristo, fuimos identificados con Él y nos hemos revestido de Cristo, habiéndonos vestido con Él; así que, estamos en Cristo y hemos llegado a ser Suyos (3:27-29; 5:24). Cristo ha sido revelado en nosotros, ahora Él vive en nosotros y será formado en nosotros (1:16; 2:20; 4:19). La ley nos ha conducido a Cristo, y en Cristo todos somos hijos de Dios (3:24, 26). En Cristo heredamos la bendición prometida por Dios y disfrutamos al Espíritu todo-inclusivo (v. 14). En Cristo todos somos uno (v. 28). No debemos dejarnos privar de todo el provecho que tenemos en Cristo y así ser separados, cortados, de Él (5:4). Necesitamos que Cristo suministre gracia a nuestro espíritu para que lo vivamos a Él (6:18). El deseo de Dios es que Su pueblo escogido reciba a Su Hijo en su ser; esto es el evangelio (1:15-16; 2:20; 4:19).
b. Le agradó a Dios revelar
al Hijo de Dios en el apóstol
En Gálatas 1:15 y 16a Pablo dice: “Agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por Su gracia, revelar a Su Hijo en mí”. El Hijo de Dios, quien es la corporificación y expresión de Dios el Padre (Jn. 1:18; 14:9-11; He. 1:3), es vida para nosotros (Jn. 10:10; 1 Jn. 5:12; Col. 3:4). El deseo que Dios tiene en Su corazón es revelar a Su Hijo en nosotros para que lo conozcamos, lo recibamos como nuestra vida (Jn. 17:3; 3:16) y seamos hechos hijos de Dios (1:12; Gá. 4:5-6). Como Hijo del Dios viviente (Mt. 16:16), Él es muy superior al judaísmo y sus tradiciones (Gá. 1:13-14). Los judaizantes habían fascinado a los gálatas al grado que éstos consideraban las ordenanzas de la ley como superiores al Hijo del Dios viviente. Por tanto, al comienzo de esta epístola el apóstol dio testimonio de que había estado profundamente involucrado en el judaísmo y que había progresado mucho en ello, pero que Dios, al revelar a Su Hijo en él, lo había rescatado de la corriente del mundo, la cual era maligna a los ojos de Dios. En su propia experiencia, el apóstol pudo comprobar que no había comparación entre el Hijo del Dios viviente y el judaísmo con sus tradiciones muertas que había heredado de sus antepasados.
1) El beneplácito de Dios es
revelar a Su Hijo en nosotros
En 1:16 Pablo recalca el hecho de que el Hijo de Dios fue revelado en él. Esto indica que Dios nos revela a Su Hijo dentro de nosotros. Esto no es algo externo sino interno; no es una visión externa, sino algo que vemos internamente. No es una revelación objetiva, sino subjetiva.
Además, Pablo dice que le agradó a Dios revelar a Su Hijo en él. Esto indica que revelar al Hijo de Dios le trae placer a Dios. Nada es más grato para Dios que develar, revelar, la persona viviente del Hijo de Dios.
En el tiempo señalado por Dios, cuando Saulo, celoso en su religión, perseguía a la iglesia, el Hijo de Dios le fue revelado a él. Dios pudo soportar el celo de Saulo por las tradiciones de sus padres, pues esto produjo un fondo oscuro sobre el cual revelar a Cristo. En el tiempo que le agradó, Dios reveló a Su Hijo en Saulo de Tarso. A Dios le agradó revelarle la persona viviente del Hijo de Dios. Revelar a Su Hijo en nosotros es un placer para Dios. Es Cristo, el Hijo de Dios —no la ley—, en quien Dios el Padre siempre se complace (Mt. 3:17; 12:18; 17:5).
El Hijo de Dios, una persona viviente, es contrario a la religión del hombre. Esto era verdad en tiempos de Saulo de Tarso, ha sido verdad a los largo de los siglos y es verdad en la actualidad. En lugar de centrar su atención en esta persona viviente, el hombre tiene la tendencia natural de dirigir su atención a la religión con su tradición. Pero desde Génesis 1 hasta Apocalipsis 22 la Biblia revela una persona viviente. A Dios le importa únicamente esta persona viviente.
La Conclusión del Nuevo Testamento:
Mensaje 324 (LSM)
Mexico, Cdmx
Que rico y dulce es el Señor.
El nos reconforta y nos lleva a Su vida misma, con tan sólo invocar Su precioso nombre.
Amado Señor