Esta es mi gloriosa historia

CB498 E498 P498 S212
1
Esta͜ es mi gloriosa͜ historia
Cristo͜ a mi vida llegó;
Cristo, el Rey de la gloria,
Vive en mi corazón.
 
Cristo͜ en mí, Cristo͜ en mí,
Cristo͜ en mí, ¡Qué gloriosa͜ historia!
Cristo͜ en mí, Cristo͜ en mí,
Es mi esperanza de gloria.
2
¡Qué͜ historia conmovedora!
Llena de pena͜ y amor;
Nunca se͜ oyó de tal Novio
Que gane͜ así͜ el corazón.
3
¡Cuánto me͜ alegro tenerle!
Es Rey de mi corazón;
Antes yo le contristaba,
Mas hoy le sirvo͜ en amor.
4
¿Cómo sentirme tan solo?
¿Cómo podría caer?
¿Qué más podría pedir yo?
¿Si Cristo mi todo es?
5
A͡h͡ora͜ en Su seno confiando,
Tengo muy dulce canción;
Estoy en Cristo͜ habitando
Y͜ habita Cristo͜ en mí hoy.
2
Un Hermano

VI. CRISTO, EL MISTERIO DE DIOS

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En 2:2 Pablo habla del “pleno conocimiento del misterio de Dios, es decir, Cristo”. Como misterio de Dios, Cristo es la corporificación de Dios y también el Espíritu vivificante. Es fácil hablar de muchas otras cosas, pero es muy difícil hablar de Cristo como el misterio de Dios. Es como si nuestra mente fuera un pedazo de mármol, incapaz de absorber líquidos. Podemos escuchar muchos mensajes acerca del Cristo que es el misterio de Dios, sin llegar a entender lo que oímos. Hace muchos años, conocí a un hermano que le gustaba repetir la frase: “Cristo en mí, la esperanza de gloria”. Sin embargo, él tenía muy poco conocimiento de Cristo. A pesar de que le encantaba decir que Cristo moraba en él, realmente no conocía este aspecto de Cristo. No se percataba del hecho de que el Cristo que vivía en él era el misterio de Dios.

Estudio-vida de Colosenses

Mensaje 15 (LSM)

D. Los que son salvos jamás perecerán

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Los que son salvos jamás perecerán. No dé oídos a la enseñanza que dice que después de haber sido salvos podemos perdernos una y otra vez. Juan 10:28 y 29 nos aseguran firmemente que una persona salva jamás perecerá. El Señor Jesús dijo: “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de Mi Padre”. La vida que hemos recibido es la vida eterna, la cual nada ni nadie puede destruir. Además, hay dos manos que nos sostienen, la mano poderosa del Señor y la mano amorosa del Padre, y nada ni nadie puede arrebatarnos de ellas. Por tanto, nuestra salvación está asegurada eternamente por la vida eterna y por las manos divinas.

Estudio-vida de Hebreos

Mensaje 45 (LSM)


Sonia Casillas

Carolina, PR, United States

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