Tu fuerte amor me constriñe Señor

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1
Tu fuerte͜ amor me constriñe, Señor,
Como corriente presiónando͜ está,
Buscando͜ abrir en mi͜ alma un canal,
Anhela todo͜ estorbo͜ en mí quitar.
2
¿No debo yo abrirme͜ a tal poder?
¿Y͜ a la corriente de Tu͜ amor ceder?
Mi Dios Tu gentileza me ganó,
Mi vida ya igual no puede ser.
3
Quebrántame con Tu divino͜ amor,
Mi mente limpia͜ y todo mi querer,
Fluye͜ y depura toda mi͜ afección;
Que sólo quede Tu vida͜ en mi ser.
4
Así posesiónado por mi Dios,
Ha de fluir desde mi corazón,
Un tierno͜ arroyó͜ en espontaneidad,
Lleno de gracia y͜ el amor de Dios.
1
Un Hermano

APRECIANDO AL SEÑOR JESUS

La prueba de que la fe mencionada en 2:20 se refiere tanto a la fe de Cristo como a la fe en Cristo, se encuentra en las palabras de Pablo al final del versículo. El concluye el versículo diciendo que el Hijo de Dios es Aquel que “me amó y se entregó a Sí mismo por mí”. Al escribir estas palabras, Pablo rebosaba de apreciación por el Señor Jesús. De otra manera, al final de un versículo tan largo, no habría necesidad de que él dijese que Cristo le amaba y se había entregado a Sí mismo por él. El pudo haber concluido con la expresión “la fe del Hijo de Dios”. Pero mientras hablaba de la manera en que ahora él vivía, su corazón rebosaba de gratitud y apreciación. La fe proviene de tal apreciación por el Señor Jesús. La fe en Cristo y la fe de Cristo son fruto de la apreciación por Cristo.

En 2 Corintios 5:14 y 15 Pablo dice: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así: que Uno murió por todos, por consiguiente todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió por ellos y fue resucitado”. Conforme consideramos estos versículos, podemos ver que la fe de Pablo provenía de una apreciación por el amor de Cristo, el cual es un amor que constriñe. Cuanto más apreciemos el amor de Cristo, más fe tendremos. Esta fe no es producida por nuestra propia capacidad O actividad. Más bien, es producida por la obra en nosotros del mismo Cristo a quien apreciamos. Debido a nuestra apreciación por el Señor Jesús, diremos: “Señor Jesús, te amo, y Tú eres mi tesoro”. Mientras le decimos esto al Señor, El opera dentro de nosotros y llega a ser nuestra fe. Esta fe produce una unión orgánica en la cual nosotros y Cristo somos verdaderamente uno.

Me gustaría contarles una historia verdadera que confirma el punto de que la fe que opera en nosotros proviene de nuestra apreciación por el Señor Jesús. Durante la rebelión de los “boxers” en China, centenares de cristianos fueron martirizados. Un día en Pekín, la antigua capital de China, los “boxers” desfilaban por la calle. Sentada al fondo de un vagón iba una joven cristiana que era conducida a su ejecución. Estaba rodeada de verdugos, quienes llevaban espadas en las manos. La atmósfera era aterradora, llena de los gritos de los “boxers”. Sin embargo, el rostro de ella resplandecía mientras cantaba alabanzas al Señor. Las tiendas estaban cerradas debido al alboroto. Sin embargo, un joven estaba observando esta escena a través de una grieta al frente de una tienda. Impresionado profundamente por el rostro resplandeciente, la alegría y los cantos de alabanza de la joven, él decidió en ese momento que hallaría la verdad de la fe cristiana. Más tarde aprendió tal verdad y llegó a ser un creyente en Cristo. A la larga, dejó su negocio y se volvió predicador. Un día, cuando estaba él de visita en mi pueblo natal, me contó esta historia de cómo se había vuelto cristiano.

Estudio-vida de Gálatas

Mensaje 10 (LSM)