1
Canta la triunfante͜ iglesia,
¡Cordero fiel!
Todo͜ el cielo͜ así resuena,
¡Digno es El!
Se͡a poder o principado,
A Sus pies arrodillados,
Como͜ incienso entonando,
¡Cordero fiel!
¡Cordero fiel!
Todo͜ el cielo͜ así resuena,
¡Digno es El!
Se͡a poder o principado,
A Sus pies arrodillados,
Como͜ incienso entonando,
¡Cordero fiel!
2
Todo pueblo͜ y toda lengua,
¡Cordero fiel!
Cantan: ¡Salvación eterna!
¡Digno es El!
Como͜ estruendo poderoso,
En diluvio tan coloso
Le adoran victoriosos,
¡Cordero fiel!
¡Cordero fiel!
Cantan: ¡Salvación eterna!
¡Digno es El!
Como͜ estruendo poderoso,
En diluvio tan coloso
Le adoran victoriosos,
¡Cordero fiel!
3
Suenan arpas y canciones,
¡Cordero fiel!
Mucha gracia͜ en transgresiónes,
¡Digno es El!
Por Su sangre redimidos,
A Su grey nos ha traído,
En Su gloria bendecidos,
¡Cordero fiel!
¡Cordero fiel!
Mucha gracia͜ en transgresiónes,
¡Digno es El!
Por Su sangre redimidos,
A Su grey nos ha traído,
En Su gloria bendecidos,
¡Cordero fiel!
4
Con expectación cantamos:
¡Cordero fiel!
Jubilosos proclamamos:
¡Digno es El!
Cánticos incomparables
Sobre͜ el terna insondable
Del anuncio inefable:
¡Cordero fiel!
¡Cordero fiel!
Jubilosos proclamamos:
¡Digno es El!
Cánticos incomparables
Sobre͜ el terna insondable
Del anuncio inefable:
¡Cordero fiel!
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d. Quien nos ama y nos ha liberado
de nuestros pecados con Su sangre
Según Apocalipsis 1:5 Cristo, el Hijo de Dios, “nos ama, y nos liberó de nuestros pecados con Su sangre”. Él nos ama y efectuó la redención en nuestro favor al derramar Su sangre, la cual nos lava y purifica de todos nuestros pecados. Únicamente la sangre de Jesucristo, a quien Dios juzgó en la cruz (Is. 53:8), puede lavarnos de nuestros pecados. Por tanto, la sangre de Cristo es la única sangre redentora. Sólo Su sangre puede redimirnos de todos nuestros pecados. Una vez creemos en el hecho de que el Señor murió y derramó Su sangre en la cruz para hacer propiciación por los pecados, la sangre del Señor hace que Dios perdone nuestros pecados y nos libre del castigo por el pecado; esta sangre también lava nuestros pecados y quita de nosotros la inmundicia propia del pecado (1 Jn. 1:7-9).
El Señor derramó Su sangre para redimirnos de nuestros pecados, lavarnos de nuestros pecados y liberarnos de ellos, de modo que ya no tengamos el problema referente a los pecados. Todas las dificultades que nos sobrevienen a causa de nuestros pecados fueron resueltos por la sangre del Señor, la cual nos liberó de ellos. Puesto que la sangre del Señor nos liberó de nuestros pecados, también nos liberó del juicio, de la condenación, de la ira y de la muerte, todo lo cual está relacionado con los pecados.
La conclusión del Nuevo Testamento:
Mensaje 405 (LSM)