1
Alabanzas y gracias canta la multitud
En presencia de Cristo con gloria͜ en Su luz.
En presencia de Cristo con gloria͜ en Su luz.
Para͜ Aquel que nos ama y nos perdonó,
Para El se͡a la gloria y todo͜ el honor.
Para El se͡a la gloria y todo͜ el honor.
2
Pecadores tan sucios a los ojos de Dios
Hoy vestidos de lino tan blanco, en unión.
Hoy vestidos de lino tan blanco, en unión.
3
Del rebelde El hace͜ un sacerdote y rey;
Nos compró con Su sangre y nos trajo͜ a Su grey.
Nos compró con Su sangre y nos trajo͜ a Su grey.
4
Miserables, sin fuerzas, en pecado͜ y temor
Nos buscó y nos lava mostrando Su͜ amor.
Nos buscó y nos lava mostrando Su͜ amor.
5
Nuestras voces con fuerzas alabanzas darán,
Así otros creyendo también cantarán.
Así otros creyendo también cantarán.
Delete Comment
Are you sure you want to delete this comment?
I. LA APARICIÓN DE DIOS A NOSOTROS
La aparición de Dios a nosotros guarda relación con el hecho de tomar a Cristo como las ofrendas. Al confesar nuestros errores, fracasos y malas acciones, espontáneamente tomamos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado y como nuestra ofrenda por las transgresiones. Esto puede llevarnos a tomarlo como nuestro holocausto. Quizás le digamos: “Señor Jesús, Tú eres mi holocausto. Yo no puedo llevar una vida de absoluta entrega a Dios, pero Tú sí puedes. Te tomo ahora, Señor, como mi entrega absoluta a Dios”. Esta clase de oración indica que deseamos vivir a Cristo para satisfacción de Dios. Entonces, la ofrenda por el pecado y el holocausto nos llevarán a tomar a Cristo como ofrenda de harina. Ofreceremos la mejor porción de ella a Dios como alimento, y nosotros nos alimentaremos de Cristo tomándole como nuestra comida diaria, como nuestro diario suministro de vida. Además, esto nos llevará a experimentar una sensación de paz, un ambiente tranquilo, y disfrutaremos a Cristo como nuestra paz, descanso, satisfacción y consuelo. Como resultado de tomar a Cristo en calidad de todas estas ofrendas, la presencia de Dios estará con nosotros. Ésta es la aparición de Dios a nosotros. No podemos verlo ni tocarlo físicamente, pero ciertamente tenemos la sensación de que Él se nos ha aparecido. Puesto que no podemos negar la sensación de que Dios se nos ha aparecido, desearemos adorarle, ofreciéndole nuestras alabanzas y acciones de gracias. Ésta es la manera en que experimentamos la aparición de Dios, la cual es resultado de nuestro servicio sacerdotal. Debemos tener esta experiencia no sólo temprano por la mañana, sino también durante el día.
Estudio-vida de Levítico
Mensaje 32 (LSM)