Padre, postrados en Tu luz

B32 C30 CB32 E32 G32 K30 R27 S22 T32
1
Padre, postrados en Tu luz,
Maravillados por Tu͜ amor,
¿Qué es el hombre al cual Tú
Le brindas tal gracia͜ y favor?
2
Damos loor por Tu͜ intención,
El hombre es Tu͜ imagen fiel,
Y por Tu semejanza͜ en él
Puede͜ expresar Tu mismo ser.
3
Tu misma͜ imagen lleva él,
Le diste Tu autoridad;
Eres la vida para que
El hombre͜ en ella pueda͜ andar.
4
Deseas en el hombre͜ entrar
Para mezclarte con su ser;
Al transformarle obtendrás
Tu digna͜ habitación en él.
5
Aunque͜ ese hombre sí cayó,
No͜ abandonaste Tu͜ intención;
Lo redimiste para Ti
Probando͜ así Tu gran amor.
6
Te revelaste͜ en Cristo Tú,
Por muerte y resurrección;
Como͜ el Espíritu͜ El entró
Al hombre͜ y vida le͜ infundió.
7
Hoy Tu Santísimo Lugar
Tiene͜ el trono de gracia͜ allí;
Do en espíritu͜ al orar
Se quema͜ incienso para Ti.
8
De ese trono un caudal
De gracia fluye sin cesar;
Por ella nos transformarás
Hasta Tu casa͜ edificar.
9
Al recibir Tu gracia hoy,
¡Gratuito don al corazón!
Padre, en nuestro͜ espíritu
Gracias te damos por Tu͜ amor.
2
Un Hermano

ADORAR A DIOS

CON EL CRISTO

QUE HEMOS EXPERIMENTADO

Hoy en día debemos adorar a Dios en nuestro espíritu y con el Cristo que hemos experimentado como el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la transgresión.

Debemos adorar al Padre con el Cristo que es el cumplimiento de las ofrendas presentadas por los hijos de Israel en su adoración a Dios. Este Cristo no es el Cristo que conocemos objetivamente, sino el Cristo que conocemos de manera subjetiva, el Cristo que hemos experimentado. La experiencia que tenemos del Cristo que es el cumplimiento de las ofrendas redunda en realidad. Ésta es la realidad O veracidad de la que se habla en Juan 4:23 y 24, la realidad divina que experimentamos y que produce en nosotros virtud. Esta virtud también es la realidad.

Estudio-vida de 1 Juan

Menseje 10 (LSM)


Un Hermano

b. Para adorar al Padre

Cuando adoramos al Padre cantándole alabanzas, entonces Cristo, el Primogénito, canta en nuestro cantar. A lo largo de los siglos el Hijo primogénito de Dios ha estado cantando himnos de alabanzas al Padre en la iglesia. Él hace esto en todos Sus hermanos. Debido a que Él está en nosotros, Él canta alabanzas al Padre en nuestro cantar. Su cantar está presente en nuestro cantar. Cuando cantamos, Él canta, porque Él está presente en nuestro cantar. De este modo, en la mesa del Señor el Hijo primogénito, que mora en Sus muchos hermanos que componen la iglesia, canta alabanzas al Padre desde el interior de ellos.

La Conclusión del

Nuevo Testamento,

Mensaje 205 (LSM)