Firme en las promesas de mi Dios y Rey

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1
Firme͜ en las promesas de mi Dios y Rey,
Por los siglos mi͜ alabanza cantaré,
Gloria͜ en las alturas yo proclamaré,
Firme͜ en las promesas de mi Rey.
 
Firme, firme,
Firme͜ en las promesas de mi Dios y Cristo;
Firme, firme,
Firme͜ en las promesas de mi Rey.
2
Firme͜ en las promesas que no fallarán
Cuando͜ ataquen los temores y͜ el afán;
Afirmado͜ en Su Palabra eternal,
Firme͜ en las promesas de mi Dios.
3
Firme͜ en las promesas a͡h͡ora puedo ver
Que Su sangre ha limpiado hoy mi ser,
Firme͜ en Cristo yo la libertad tendré,
Firme͜ en las promesas de mi Rey.
4
Firme͜ en las promesas de Cristo͜ el Señor,
Aferrado͜ a Su eterno͜ amor estoy,
Por Su͜ Espíritu, mi͜ espada, venzo yo,
Firme͜ en las promesas de mi Dios.
5
Firme͜ en las promesas no desmayaré,
Siempre al Espíritu responderé,
Y͜ en mi Salvador descansaré por fe,
Firme͜ en las promesas de mi Rey.
2
Un Hermano

Las promesas

La promesa, por supuesto, abarca las dispensaciones de la inocencia, la consciencia, el gobierno humano y la promesa. Esto incluye el Antiguo Testamento desde Adán hasta que fue dada la ley a Moisés. El libro de Génesis, en particular, habla de la promesa de Dios.

¿Sabe usted cuál fue la primera promesa dada por Dios en Génesis? La primera promesa está escrita en Génesis 3:15: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. Esta promesa se dio inmediatamente después de que el hombre cayó. Adán y Eva probablemente estaban allí con temor y temblor a causa de su desobediencia. Pero Dios les dio una maravillosa promesa. Esta promesa consistía en que una simiente de la mujer vendría y heriría la cabeza de la serpiente. Aunque el calcañar de la simiente de la mujer sería herido, ésta, no obstante, aplastaría la cabeza a la serpiente. ¡Cuán prominente es esta promesa!

El evangelio es el cumplimiento de la promesa de que la simiente de la mujer aplastará la cabeza de la serpiente. Sabemos que Cristo, la simiente de la mujer, vino. Nació de una virgen como el cumplimiento de la promesa dada en Génesis 3:15. El, la simiente de la mujer, es el Salvador-Esclavo a quien presenta el Evangelio de Marcos.

Otra promesa, también con respecto a la simiente, le fue dada a Abraham. Según Génesis 22:17-18, el Señor le prometió a Abraham: “De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz”. Según esta promesa, la simiente de Abraham sería una gran bendición para todo el género humano, pues todas las naciones serían bendecidas por medio de ella.

Estudio-vida de Marcos

Mensaje 3 (LSM)


Un Hermano

d. Creer en el Señor Jesús, esto es,

tomarle como nuestro fundamento

y posición, para ser salvos

Creer es creer en el Señor Jesús, esto es, tomarle como nuestro fundamento y posición, para ser salvos. Hechos 16:31 dice: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo”. Esto indica no solamente que entramos en Cristo al creer en Él, sino también que ponemos nuestra fe en Él. Esto significa que tomamos como nuestro fundamento y posición tanto la persona de Cristo como todo lo que Él ha logrado, pues ambos constituyen la creencia, la fe, de la economía neotestamentaria de Dios. Creemos en Cristo tomándole como nuestro fundamento y posición a fin de ser salvos.

Marcos 16:16 dice: “El que crea y sea bautizado, será salvo; mas el que no crea, será condenado”. Este versículo no dice: “El que no crea y no sea bautizado”. Esto indica que la condenación sólo está relacionada con la incredulidad, y no tiene nada que ver con el bautismo. Todo lo que se necesita para ser salvo de la condenación es creer. Creer es recibir al Señor Jesús no solamente para perdón de pecados (Hch. 10:43), sino también para regeneración (1 P. 1:21, 23) a fin de que lleguemos a ser hijos de Dios (Jn. 1:12-13) y miembros de Cristo (Ef. 5:30) en una unión orgánica con el Dios Triuno (Mt. 28:19).

Romanos 1:16 nos dice que el evangelio “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”. En el libro de Romanos la salvación no solamente incluye la salvación de la condenación de Dios y del infierno, sino que también incluye ser salvos de nuestra vida natural, de expresarnos a nosotros mismos, de ser individualistas y de ser divisivos. Esta salvación nos salva por completo al permitir que seamos santificados, conformados, glorificados, transformados, edificados con los demás para formar un solo Cuerpo y, además, nos salva de ser divisivos en la vida de iglesia. Para todo aquel que cree, el evangelio es poder de Dios que resulta en tal salvación, una salvación plena, completa y consumada.

La Conclusión del Nuevo Testamento:

Mensaje 120 (LSM)