En Cristo disfrutando:
¡Libertad de Adán!
Lo viejo ya se hace,
¡Nuevo y celestial!
¡Gloria a Dios por el probar de
Vida, paz y libertad!
¡En Cristo͜ estoy por la͜ eternidad!
¡Libertad de Adán!
Lo viejo ya se hace,
¡Nuevo y celestial!
¡Gloria a Dios por el probar de
Vida, paz y libertad!
¡En Cristo͜ estoy por la͜ eternidad!
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LA IMPARTICIÓN DIVINA DE DIOS
EL HIJO PARA CON LOS CREYENTES
Dios el Hijo también nos imparte Sus riquezas divinas (Ef. 1:7, 10-11). Con base en la elección y predestinación realizada por Dios el Padre, tenemos la redención realizada por Dios el Hijo.
Introduce a los creyentes en Cristo
Pese a que el Padre nos escogió y predestinó, y nos dio Su vida y Su naturaleza, nosotros caímos en Adán. Es por esto que necesitamos la redención. Sin la redención efectuada por el Hijo, aunque el Padre quisiera darnos Su vida y Su naturaleza, no podría hacerlo. Esto se debe a que de nuestra parte existe el problema del pecado. Por lo tanto, Dios el Hijo vino para efectuar la redención. Él murió por nosotros, llevó nuestros pecados y nos redimió. Dios también nos perdonó en Cristo. Una vez que alguien cree en el Señor, es redimido e introducido en Cristo (1 Co. 1:30). Una vez que está en Cristo, sus pecados son perdonados, la muerte es anulada y todos sus problemas son resueltos. En esto consiste la impartición del Hijo en nosotros. Este pasaje de Efesios nos muestra repetidas veces que cuando creemos en el Señor, somos puestos en Cristo. Esto no es superstición ni vana terminología; más bien, es un hecho. Él es Aquel que es real. Él es el Espíritu, la realidad y la gracia. Cuando estamos en Él, estamos en la realidad y en la gracia. De este modo, Cristo llega a ser nuestra esfera y nuestro elemento. En esta esfera somos protegidos, y en este elemento disfrutamos de todos los beneficios divinos.
Hace que los creyentes tengan a Cristo
como su elemento y su esfera,
de modo que lleguen
a ser la herencia de Dios conforme a
la economía de Dios mediante
la impartición divina de Su elemento divino:
En Cristo disfrutando:
¡Libertado de Adán!
Lo viejo ya se hace,
¡Nuevo y celestial!
¡Gloria a Dios por el probar de
vida, paz y libertad!
¡En Cristo estoy por la eternidad!
Si cada mañana, tarde y noche, e incluso antes de acostarnos, cantamos esta canción que declara que estamos en Cristo, seremos victoriosos cada día. Mientras cantamos, el Espíritu operará en nosotros y nos conducirá a la realidad. De este modo, estaremos en Cristo, y Cristo vendrá a ser nuestra esfera y nuestro elemento. Con este elemento divino, Dios hará que quienes están en Cristo sean Su herencia escogida. No sólo seremos los redimidos de Dios que están en Cristo, sino también Su herencia preciosa producida en Cristo y con Cristo, quien es nuestra esfera y nuestro elemento, a fin de que Dios pueda heredarnos. Dios nos compró con la sangre de Su Hijo. Ahora estamos en Su Hijo, y Su Hijo se ha convertido en nuestra esfera y nuestro elemento. Si vivimos en Cristo cada día, Cristo llegará a ser nuestra esfera y nuestro elemento, es decir, el ingrediente productivo con el cual Dios nos hará Su herencia. En esto consiste la impartición de Dios el Hijo.
Ninguno de nosotros puede redimirse a sí mismo, ni tampoco llegar a ser una esfera que le rodea ni el elemento que le convierte en una preciosa herencia para Dios. Sólo Cristo mismo, el Hijo de Dios, puede impartir a nosotros tal bendición, de modo que Él llegue a ser nuestra esfera que nos rodea y protege, y también nuestro elemento que podemos disfrutar a diario, de tal manera que día a día podamos ser hechos cada vez más preciosos y podamos llegar a ser la preciosa herencia de Dios. En esto consiste la impartición de Dios el Hijo.
Un estudio más profundo en
cuanto a la impartición divina:
Lección 11 CWWL, 1990, vol. 3 (LSM)